Páginas

viernes, 29 de mayo de 2015

Estreno

Nuestro último verano en Escocia

Si algo destila Nuestro último verano en Escocia es su marcado acento y humor british, cualidad que puede ser una virtud o un hándicap, todo depende del gusto de cada uno. Los responsables de esta propuesta familiar “buenrollera” y bienintencionada son Andy Hamilton y Guy Jenkin, curtidos en la creación de exitosos productos televisivos por aquellas latitudes a los que el salto a la gran pantalla les queda un poco grande.





Abi (Rosamund Pike) y Doug (David Tennant) son un matrimonio roto desde hace tiempo, realidad de la que es conocedora su prole pero mantienen oculta a parte de la familia que tienen que visitar en tierras escocesas. El abuelo Gordie (Billy Connolly) se encuentra gravemente enfermo y por eso la pareja decide acordar con sus tres hijos que mantengan el secreto. Sin embargo, ya se sabe, los niños junto a los borrachos nunca mienten y su honestidad a menudo golpea la lógica de los adultos.

Es ese punto de vista, el de los niños, el que tanto Hamilton como Jenkin han querido adoptar para contar una historia que toca asuntos “serios” como la ruptura familiar, la incomunicación o la muerte. En este sentido resulta loable la naturalidad con la que ambos directores abordan la marcha de un ser querido y la asunción de esa pérdida y duelo por parte de los más pequeños. Lo que generalmente nuestra sociedad asume como una tragedia se torna anécdota y travesura vikinga (literalmente) en esta cinta.

El problema de la adopción de este prisma infantil, es precisamente ése, que termina contagiando mucho de los diálogos y situaciones de los adultos, lo que puede generar cierta incredulidad. Igualmente el filme pretende realizar alguna crítica, poco tamizada, a comportamientos sociales y, en particular a los medios de comunicación, que caen – por enésima vez – en tópicos vistos y retratados demasiadas veces.

Así pues Nuestro último verano en Escocia se puede resumir como una película amable, un tanto surrealista y, sobre todo, “muy casera”, tanto en su aspecto formal como en su contenido. De ahí que la propuesta resulte poco arriesgada y se asemeje más bien al traspaso de un telefilme o capítulo de serie británica a formato celuloide. La esencia del conjunto resulta demasiado empalagosa y le falta el amargor de un whisky escocés fermentado durante más tiempo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario