Nuestro
último verano en Escocia
Si algo destila Nuestro
último verano en Escocia es
su marcado acento y humor british, cualidad
que puede ser una virtud o un hándicap, todo depende del gusto de cada uno. Los responsables de esta
propuesta familiar “buenrollera” y bienintencionada son Andy Hamilton y Guy
Jenkin, curtidos en la creación de exitosos productos televisivos por aquellas
latitudes a los que el salto a la gran pantalla les queda un poco grande.
Abi (Rosamund Pike) y Doug (David
Tennant) son un matrimonio roto desde hace tiempo, realidad de la que es conocedora
su prole pero mantienen oculta a parte de la familia que tienen que visitar en
tierras escocesas. El abuelo Gordie (Billy
Connolly) se encuentra gravemente enfermo y por eso la pareja decide
acordar con sus tres hijos que mantengan el secreto. Sin embargo, ya se sabe, los niños junto a los borrachos nunca mienten y su honestidad a menudo
golpea la lógica de los adultos.
Es ese punto de vista, el de los niños, el que tanto Hamilton como Jenkin han querido adoptar para contar una historia
que toca asuntos “serios” como la ruptura familiar, la incomunicación o la
muerte. En este sentido resulta loable la naturalidad con la que ambos
directores abordan la marcha de un ser querido y la asunción de esa pérdida y
duelo por parte de los más pequeños. Lo que generalmente nuestra sociedad asume
como una tragedia se torna anécdota y travesura vikinga (literalmente) en esta
cinta.
El problema de la adopción de este prisma infantil, es precisamente
ése, que termina contagiando mucho de
los diálogos y situaciones de los adultos, lo que puede generar cierta
incredulidad. Igualmente el filme pretende realizar alguna crítica, poco
tamizada, a comportamientos sociales y, en particular a los medios de
comunicación, que caen – por enésima vez – en tópicos vistos y retratados
demasiadas veces.
Así pues Nuestro último verano en Escocia se puede resumir como una película amable, un tanto surrealista y, sobre todo, “muy casera”, tanto en su aspecto formal como en su contenido. De ahí
que la propuesta resulte poco arriesgada y se asemeje más bien al traspaso
de un telefilme o capítulo de serie británica a formato celuloide. La esencia del conjunto resulta demasiado empalagosa y le falta el
amargor de un whisky escocés fermentado durante más tiempo.
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