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jueves, 4 de junio de 2015

Estreno

Phoenix

Establecer un punto y seguido en la trayectoria vital tras sufrir un episodio traumático y trascendental quiebra la voz, el alma, hace que, en definitiva, suframos una inevitable crisis identitaria. Basándose en la novela Regreso de las cenizas, de Hubert Monteilhet, el director alemán Christian Petzold (Bárbara) crea en su último trabajo, Phoenix, un juego metafórico – ya desde el evocador título - preñado de suspense hitchcockiano en el que resulta inevitable encontrar reminiscencias a Vértigo y aromas a un cine añejo que requiere de una atención activa por parte del espectador.




Como el ave que resurge de sus cenizas, Nelly (Nina Hoss) vuelve a la vida tras una reconstrucción facial, necesaria para ocultar las heridas visibles provocadas por las atrocidades sufridas en Auschwitz. En ese regreso a un Berlín de posguerra y arropada por la clandestinidad y los clubes nocturnos, Nelly se empecina en recuperar al que fue su marido, Johnny (Ronald Zehrfeld), antes de que fuese deportada. Averiguar si fue traicionada o no por éste será decisivo para tomar las riendas de su vida y reencontrarse con ella misma.

Petzold sabe girar hábilmente los resortes de una trama que confunde al espectador durante todo el metraje, sembrando la duda de si Johnny realmente reconoce o no a ese “fantasma errante” que tanto le recuerda a aquella mujer con la que compartía escenarios y círculos bohemios. Lo sorprendente es que Nelly se deja hacer, de ahí que la desubicación sea completa hasta el memorable final. Así, durante este tira y afloja interpretativo, Petzold plantea hasta dónde es capaz el ser humano de perdonar y cómo decide cicatrizar unas heridas demasiado profundas.

En Phoenix el escenario y el contexto histórico juegan un papel imprescindible para construir y sostener una historia al servicio de unos jugadores magníficos, Nina Hoss y Ronald Zehrfeld, así como la compañera de viaje de Nelly, Lene, interpretada por Nina Kunzendorf. Todos ellos hacen creíble esa resurrección por la que, seguramente, tuvieron que pasar tantas víctimas (y verdugos) que bajaron a los infiernos para volver a reconstruir un país, una sociedad y una moral.


La guinda al filme la pone una canción que no está elegida a capricho, Speak low, y que describe a la perfección el estado anímico de su protagonista. Nelly es un hilo de voz, una autómata que sólo sabe obedecer tras haber pasado por el infierno de un campo de concentración. Sin embargo, en su mano (y en nosotros) están las huellas imborrables que vamos dejando imprimadas durante nuestra existencia. Existen gestos, expresiones, miradas y una voz que resultan inconfundibles y reconocibles que pueden sobrevivirnos más allá de la vida. 



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