La Señorita Julia
Es posible que más de uno haya vivido en una sola noche experiencias de lo más extrañas, con frecuencia diluidas en vapores etílicos, pasando de la exaltación al abatimiento. Si encima toda esa noche se condensa en la más corta del año - la mágica noche de San Juan -, el resultado puede ser trágico o irónico, según se mire. La Señorita Julia, un clásico teatral del XIX del sueco August Strindberg, es uno de esos relatos que transcurren a medio camino entre la fantasía y la realidad, sometiendo a sus personajes a un cóctel emocional y que ahora adapta para la gran pantalla Liv Ullman.
Chastain es aquí Julia, la caprichosa
y disoluta aristócrata que se debate entre el deber moral que se espera de
alguien de su rango social y su deseo irrefrenable hacia su criado John (Farrell),
que a su vez, se mueve en arenas
movedizas tentado por sus propias pulsiones y obligado a acatar las órdenes de
su ama. Chastain y Farrell sostienen la
magnífica dialéctica del libreto de Strindberg y mantienen la tensión durante todo
el metraje. En medio de este perverso juego de seducción se sitúa Kathleen (Morton), la cocinera y amante
oficial de John que ejerce de voz de la conciencia.
El resultado de esta nueva
adaptación al cine – y ya se han hecho unas cuantas versiones - aunque loable e impecable en la puesta en
escena, donde cabe destacar su fotografía pictórica, peca de un excesivo encorsetamiento en su realización. Se echa en
falta cierto virtuosismo con la cámara, un lenguaje al servicio de la
psicología de los personajes y de un texto
riquísimo en matices que, aunque perfectamente interpretado por el trío
actoral, no resulta suficiente para sostener los cimientos del formato cinematográfico.
Solvente y bien escrita la crítica. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tus palabras Manhattan :-)
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