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jueves, 17 de septiembre de 2015

Mientras seamos jóvenes

La vida se compone de etapas cruciales, pero la transición entre ellas no resulta siempre tan fácil. Si no que se lo digan a los protagonistas de Mientras seamos jóvenesla última película de Noah Baumach,un director que está plasmando a la perfección, en su breve pero intensa filmografía, la crisis en los ciclos vitales de personajes que devuelven el reflejo de una generación/ generaciones sobre la que planea la incertidumbre y en las que se ha diluido la consecución de ciertos proyectos u objetivos.













Si en la estupenda Frances Ha Baumach se decantaba por plasmar la desazón en la edad de los veintimuchos a través de su alter ego Greta Gerwig (su pareja en la vida real), Mientras seamos jóvenes se puede considerar el siguiente paso en la evolución. En ésta el cineasta aborda – con gran tino – el complejo salto de la treintena a los cuarenta tocando elementos fundamentales que la mayoría se plantea en esos años: La estabilidad laboral, sentimental, la paternidad… El problema viene cuando sus trasnochados protagonistas, unos fantásticos Ben Stiller y Naomi Watts, se encuentran en ese limbo existencial de dar el salto definitivo a la madurez o seguir siendo eternamente jóvenes y cool.

Como peces fuera del agua y presionados por el tictac del reloj biológico, el dilema de la pareja se agrava cuando entran en escena Jamie y Darby, dos prototipos hipster muy bien interpretados por Adam Driver y Amanda Seyfried, que se declaran admiradores del trabajo de Josh (Ben Stiller), un documentalista inmerso en un profundo estancamiento creativo. La joven pareja provoca en estos “maduritos” una regresión marcada por el patetismo y la acuciante patología del síndrome “peterpanesco”, al tiempo que los desubica de la dirección que se podría considerar lógica y racional.

Como en dos de sus anteriores títulos, Baumach sitúa la acción en Brooklyn, cuna del hipsterismo y el “moderneo” más absoluto de la escena neoyorkina e internacional. A través de cafeterías de ladrillo visto con mesas comunales llenas de jóvenes (y “viejóvenes”) trabajando o haciendo que trabajan en sus tablets y portátiles, apartamentos/lofts de estética industrial descuidada y continuas reivindicaciones analógicas (vinilos, cintas de VHS, vuelta a la producción natural y manufacturada) que resultan de lo más in, Baumach bucea en aspectos que van más allá del mero “postureo”.

El contraste generacional entre las dos parejas pone de manifiesto la necesidad de ser genuino sin caer en las ganas de revivir tiempos pasados, de permanecer continuamente en la queja por los sueños frustrados o lamentarnos por los trenes que hemos dejado pasar en otras pantallas de nuestra vida. De lo que se trata es de aceptar el paso del tiempo y ser consciente de nuestros talentos y limitaciones. Todos, incluida la pareja protagonista, pertenecemos a una determinada generación con sus luces y sus sombras. Baumach da una lección y es que la vida es un aprendizaje continuo.


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