Regreso a Ítaca
El ganador de una Palma de Oro
por La Clase, Laurent Cantet reúne en Regreso a Ítaca a cinco amigos en una
azotea de La Habana y los enfrenta a una catarsis sobre la amistad, la
fidelidad y el idealismo en una película con sabor amargo pero permitiéndose
un cierto regusto nostálgico. Coescrita al alimón con el escritor cubano
Leonardo Padura - basándose en un texto del autor -, la película se
concibe como un lienzo sobre el que el reparto coral dibuja una Cuba
anacrónica en el que predominan más las
sombras que las luces.
Como el Ulises de la mitología
griega, Amadeo (Néstor Jiménez) regresa a su Cuba natal después de un
largo viaje de 16 años para
reencontrarse con las amistades que dejó atrás en su “huida” a España. El
calor de la tarde acoge al apátrida entre anécdotas y recuerdos de juventud,
aquélla que el grupito vivió en el cenit de una Revolución Cubana en la que
creían a ciegas y que la perspectiva de los años les ha convertido en unos
descreídos, para desembocar en la necesidad de redimir algunos secretos y poner
a prueba los lazos que les unen.
Amadeo, el pez fuera del agua, es
el primero en caer con el castillo de naipes, y es fácilmente “castigado” por
haber visto mundo más allá de ese limbo isleño. Pero en la batalla dialéctica todos son víctimas de sus propios fracasos, de
sus frustraciones por la irrealización de unos sueños y una fe que la vida, el
paso del tiempo – y un sistema - les ha arrebatado. La Cuba que retrata
Cantet es implacable y asfixiante, - ni rastro de los signos aperturistas de
estos días de acercamiento entre la isla y EEUU - la causante a un tiempo de
las heridas y curaciones de este grupo de amigos desde el atardecer al
amanecer.
Cantet vuelve a demostrar en Regreso
a Ítaca su facilidad y destreza para sostener una película cuya fuerza
reside en el poder de la palabra y unas sólidas interpretaciones, en las
que la barrera idiomática no ha supuesto un hándicap para el director galo.
Más, al contrario, el filme se desliza con absoluta fluidez y naturalidad, la que
destilan Tania (Isabel Santos), Eddy (Jorge Perrugorría), Rafa (Fernando
Hechevarría), Aldo (Pedro J. Díaz Ferrán) y Amadeo. Ni siquiera la puesta en
escena teatralizada supone un escollo visual, Cantet lo solventa con un acompasamiento
de la cámara y escala de planos tan sutiles que nos dejamos llevar por este emotivo viaje que es la amistad y la vuelta
a las raíces.
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