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jueves, 8 de marzo de 2012

Les Parapluies de Cherbourg

La Nouvelle Vague supuso una renovación/revolución estética y narrativa en la forma de contar historias en la gran pantalla. Los códigos de la maquinaria hollywoodiense se habían quedado encorsetados y se hacía necesario abordar la realidad y – sobre todo – las relaciones de pareja de una forma natural, inconclusa, incoherente. En definitiva un reflejo de la vida misma, movida por impulsos.

Jacques Demy podría situarse en esa sutil frontera entre la ruptura y la admiración por los códigos reconocibles del cine musical que Hollywood hizo tan bien – no hay que olvidar las claras influencias y aportaciones artísticas de los cineastas europeos a este género- y que hoy en día siguen influyendo en las propuestas fílmicas – véase el éxito de The Artist -. Y es precisamente ahí, en ese límite, donde sobresale del conjunto sui géneris y radica el encanto y la originalidad de Les Parapluies de Cherbourg.




Si bien es cierto que la película se vale de los elementos habituales, es decir, descansa sobre un lecho argumental claramente melodramático y obviamente existe una magnífica partitura, Demy sabe emplear a la perfección los ingredientes para crear una propuesta mucho más arriesgada. La película se nos presenta más como una experiencia en vivo que como una experimentación fílmica, pues Demy quiso componer una obra operística para la gran pantalla. El espectador familiarizado con los musicales americanos asiste a una propuesta, cuanto menos, desestabilizadora: Les Parapluies de Cherbourg es una obra íntegramente cantada, sin espacio para el diálogo explicativo. Del mismo la historia se presenta en un discurso dividido en tres actos y sólo existe respiro en las escenas de transición. Pero lo que al principio parece ser una pausa agradecida – por aquello del esfuerzo de suspensión de incredulidad -a medida que avanza el metraje, ese silencio y ruido de la cotidianeidad se torna, a veces, molesto y hasta vulgar.  

Mención aparte merece su envoltorio formal. Estéticamente Les Parapluies de Cherbourg es un deleite para la vista e incluso para el gusto, ya que sus vibrantes colores y los tonos pastel – predominantes en todo el metraje – incitan a pegar un bocado a los fotogramas. En lo musical supuso la consagración del compositor Michel Legrand, que creó algunas de las melodías más bellas del séptimo arte como el tema principal de la película “I will wait for you” reinterpretado por Tony Benett, Frank Sinatra o Liza Minelli entre muchos otros artistas. En cuanto al reparto artístico, Catherine Deneuve se revela como la luz que inunda todo el filme, eclipsando a su partenaire masculino, el italiano Nino Castelnuovo que asimismo adquirió notoriedad mundial gracias a este trabajo.  

Jacques Demy declaró Prefiero idealizar la realidad, si no ¿para qué ir al cine?” y en efecto el director logra embriagar al espectador durante 88 minutos de una magia y un universo en el que parece que los personajes han estado sobre un escenario real y el espectador ha pagado una entrada para el patio de butacas. No vendrían nada mal unas gotas de lluvia de semejante experiencia fílmica. 


1 comentario:

  1. Gracias por esa referencia!! Y por traer a tu blog esta crítica 'revival'! Viva la evasión (de vez en cuando)!

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