3
corazones
En cuestiones de amor el destino
es cuanto menos caprichoso. Y si no que se lo digan al triángulo protagonista
de 3
corazones, última película del director francés Benoît Jacquot (Adiós a la
reina). Jacquot propone todo un ménage
a trois, encabezado por Charlotte Gainsbourg,
Chiara Mastroianni y Benoît Poelvoorde, cargado de tintes melodramáticos
que bebe de referencias a un cine clásico y muy francés.
Perder un tren no siempre supone
una oportunidad perdida, más al contrario, Marc
(Poelvoorde), un inspector de Hacienda,
conoce en las solitarias calles de
una ciudad de provincias a Sylvie
(Charlotte Gainsgbourg), una especie de fantasma errante por el que siente una instantánea
atracción. Conscientes de este sentimiento mutuo deciden verse de nuevo
transcurridos unos días, en París, a una hora y dejando todo lo demás al azar. Pero
ese margen aleatorio, - por otra parte muy propio del romanticismo -, trunca el
encuentro y será el culpable de desencadenar un desajuste emocional entre estos
dos polos atrayentes y un tercero en discordia.
El último vértice lo conforma Sophie (Mastroianni), hermana de Sylvie, que casualmente se cruza en la
vida de Marc cuando éste decide regresar a la ciudad donde conoció a esa
misteriosa mujer por la que sintió un deseo irrefrenable. Benoît se vale de todos estos elementos para construir un relato que se
sustenta en el desconocimiento por parte de los implicados en la existencia y los lazos afectivos establecidos entre
ellos, un lío amoroso al que se une la madre de las hermanas, interpretada
por Catherine Deneuve, quien ejerce
aquí de observadora (y conocedora) de las idas y venidas emocionales de sus dos
discípulas.
Ahora bien pese a los esfuerzos del
cineasta por mantener la tensión, lo cierto este que este melodrama flojea por la recreación de ciertas situaciones que
resultan, cuanto menos, forzadas y
con tendencia a caer en lo inverosímil. La más llamativa y que desmonta en
gran medida la base sobre la que se cimenta la historia es un prolongado – e
innecesario - suspense en la averiguación del parentesco de las dos hermanas
por parte de Marc, quien queda retratado como un personaje poco
hábil y falto de interés por averiguar el contexto familiar de su pareja –
y eso que tiene unas cuantas ocasiones -.
Asimismo la contextualización y construcción de otro personaje crucial en la
trama, como es el de Sylvie
(Gainsbourg,) resulta incongruente. De las
dos hermanas, ella encarna el fuego y el deseo, pero algo tan básico y superficial como es el vestuario no va en
concordancia con esa representación. No se trata de que luzca prendas
provocativas, pero llama la atención que a lo largo de toda la película – que
abarca varios años gracias a un hábil ejercicio elíptico por parte del cineasta
– la Gainsbourg luce prácticamente la misma camisa y los mismos pantalones. Este
aspecto trasciende al resto de la contextualización del personaje, pues Benoît
refleja que procede de una familia bastante acomodada – con lazos influyentes
con las fuerzas vivas de la ciudad, incluso-. Parece pues que el director haya
tenido pereza a la hora de desarrollar una puesta en escena mínimamente creíble
y completa.
Al margen de esos detalles es merecidamente destacable el apartado
interpretativo, salvo en el de Poelvoorde, quien si bien se esfuerza por realizar
un ejercicio de contención a veces resulta un tanto incómodo y sobreactuado al salirse del habitual registro cómico que ha mostrado en otros títulos de su cinematografía. Por el contrario, el magnífico
trío de actrices consigue salvar un filme que a la postre resulta frío e
irregular y termina perdiéndose en esa disposición desordenada de las piezas y
los elementos emocionales. De no ser por ese sólido reparto y ciertos
referentes al cine francés de Truffaut o Rohmer, 3 corazones no pasaría de ser un telefilme de sobremesa.
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