El debut en la dirección de
Stephen Chbosky es un rara avis en
estos tiempos de exhibicionismo emocional a golpe de tuit. Las ventajas
de ser un marginado – basada en la novela homónima de 1999 del propio
Chbosky - reivindica un torbellino de
sensaciones analógicas (canciones grabadas en cintas de casete, cartas
escritas a mano, melodías imposibles de shazamar…) experimentado por un grupo de
outsiders del sistema estudiantil a
comienzos de los años 90. Los equívocos amorosos, las conflictivas relaciones
familiares, las lecciones académicas y humanas de un profesor y, por encima de
todo, la amistad, vertebran un relato simple, que no simplista.
Chbosky, que no realiza grandes virguerías narrativas pero se vale de esa imperante estética nostálgica pro indie, logra que la historia de Charlie (Logan Lerman), un tímido adolescente que debe enfrentarse a su primer año de instituto, fluya con naturalidad y se sustente sobre la solvencia de un elenco de jóvenes actores que empieza a crecer en la gran pantalla: Este es el caso de Emma Watson, la eterna Hermione de la saga Harry Potter y Ezra Miller, el inquietante hijo en la película Tenemos que hablar de Kevin.
A aquella generación que ha
crecido con referentes audiovisuales como Aquellos
maravillosos años o Freaks and Geeks, Las ventajas de ser un marginado le
generará cierto déjà vu. Y aunque lejos
de equipararse a otros títulos cinéfilos que abordan asimismo los años mozos (véase
El Club de los Poetas Muertos) el
debutante en la dirección asesta un golpe de gracia capaz de desestabilizar el
aura de aparente inocencia del metraje. Existen bosques frondosos tras tanto
árbol aislado.
Nunca me he alegrado tanto de encontrar de nuevo las palabras de alguien.
ResponderEliminarSupongo que todos tenemos películas que hablan de nuestra generación y que cuando nos expresamos, va un barniz de sentimiento personal.
En todo caso y como siempre, aunque reconocido por mi muchas menos veces de las sentidas, es un lujo leerte.
Un beso
Nacho